miércoles, 18 de abril de 2012

Poca previsión de tormenta en Buenos Aires (2)


El pronóstico tampoco resuelve todo. Una vez que se da el alerta, la población debe saber qué hacer. "No se ven todavía acciones de manejo de desastre. La gente entra en pánico y muchos viven en casas con techos de chapa que se vuelan", comentó.

Para la doctora en geografía Claudia Natenzón, del Programa de Investigaciones en Recursos Naturales y Ambiente de la Universidad de Buenos Aires, la cuestión es que "no se desarrollaron acciones preventivas".

Natenzón, que investiga la vulnerabilidad social ante el cambio climático, explicó que prevenir implica anticiparse al evento meteorológico para evitar un daño grave cuando este se produce.

Para eso se requieren conocimientos científicos sobre lo que puede ocurrir, aun considerando grados de incertidumbre, puestos al servicio de planes de prevención.

En una tormenta, "los puntos de entrada" que elevan riesgos son los árboles ancianos o enfermos sin podar, el cableado, los techos de chapa que vuelan con el viento, y los de policarbonato que ceden bajo el granizo, ejemplificó.

Otros elementos de riesgo son la cartelería cada vez más profusa, con sostenes que no toleran vientos de temporal, o los techos sin paredes en tinglados o gasolineras. Uno de esos techos colapsó con la última tormenta y aplastó a un joven, matándolo.

Esas acciones preventivas no se han aplicado, "tal como se puso de manifiesto", dijo Natenzón.

Su colega en el Programa, la antropóloga Ana Murgida, admitió que "algunas medidas pueden ser caras", pero "el costo de la catástrofe siempre es mayor, recae sobre las cuentas públicas e impacta de modo más grave sobre sectores más vulnerables".

Buenos Aires es una ciudad costera y, como tal, debe prepararse para inundaciones más frecuentes y dañinas asociadas a tormentas, por la elevación del nivel del mar, advierte la investigación "Cambio climático y ciudades: Informe de la primera evaluación de la Red de Investigaciones sobre Cambio Climático Urbano", de la que participó Natenzón.

A raíz de las inundaciones, la urbe sufrirá pérdidas inmobiliarias de unos 80 millones de dólares anuales en 2030 y de 300 millones de dólares anuales en 2050. "Esos montos no incluyen las pérdidas de productividad de los desplazados o heridos", aclara el estudio, publicado en junio de 2011 por Cambridge University Press.

Prevenir también implica desarrollar "estrategias de respuesta y recuperación rápida", dijo Murgida. De lo contrario, las sucesivas catástrofes "van agudizando la vulnerabilidad de los más pobres".

La última tormenta tuvo una magnitud impensada en otras épocas, por la cantidad de personas afectadas y muertas, de casas destruidas, de servicios interrumpidos y de esfuerzo del Estado por asistir a los damnificados, dijo Murgida.

Una semana más tarde, miles de familias seguían sin vivienda, electricidad ni agua, y miles de niños y adolescentes de esos mismos barrios, continuaban sin escuelas a las que asistir y ponerse bajo techo, al menos por un rato.

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