jueves, 16 de abril de 2015

Obama y Castro terminan antagonía en Cumbre(1)

Joaquín Roy es profesor de estudios internacionales en la Universidad de Miami. 
Por Joaquín Roy
 El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se ha ganado un lugar en la historia al haber iniciado los primeros pasos para corregir una política de más de medio siglo que había fallado en su objetivo fundamental: el fin del régimen castrista.
En la VII Cumbre de las Américas (Panamá, 10-11 de abril), dejando de lado una sinuosa negociación con su antagonista cubano y un imposible consenso con sus opositores interiores, Obama se lanzó a una oferta sin condiciones. Sabía o intuía que su contraparte cubana no tendría más remedio que asentir.
El régimen cubano está llegando al borde de quedar exhausto económicamente y bajo la presión sutil de una población que ya lo ha aguantado todo. Los signos de debilitamiento de su protector venezolano, con el que intercambiaba favores sociales (educación y salud) por petróleo subsidiado, se cernían como un huracán caribeño sobre el régimen de Raúl Castro. En lugar de haber favorecido la caída de la fruta madura, Obama optó por lo insólito: favorecer su supervivencia.
Obama está apostando por la estabilidad del régimen cubano, como mal menor a la producción de una explosión interior, enfrentamientos entre sectores irreconciliables y la imposición de una solución militar más rígida que el control actual. Washington sabe que solamente las fuerzas armadas cubanas podrían garantizar el orden. Lo último que el Pentágono anhela es ejercer ese dudoso papel.
De ahí que entre el apuntalamiento del régimen con Raúl Castro y su dudosa transformación instantánea, se haya optado por el pragmatismo que desemboque en las plenas relaciones diplomáticas y el futuro levantamiento del embargo.
Raúl Castro, corrigiendo la repetida exigencia del final del embargo, como condición de cualquier negociación, sabiamente ha aceptado el reto. Se ha contentado  con el premio de consolación de recordar la historia (por otra parte, lamentable) de la política de Estados Unidos hacia Cuba, en su discurso de casi una hora en la Cumbre.
Pero, como suavización, le regaló a Obama el reconocimiento de la ausencia de culpa de alguien que no había nacido con el triunfo de la Revolución Cubana. Castro ha contribuido de forma decisiva al triunfo de Obama.
Maduro ha surgido de este episodio de las relaciones interamericanas como neto perdedor. La clave de su fracaso se basa en no haber calculado sus limitaciones y haber infravalorado los recursos de sus colegas. Inicialmente explotó lógicamente el error de Obama al producir el decreto declarando a Venezuela como una “amenaza” y consecuentemente imponiendo sanciones contra siete funcionarios de Caracas.
Numerosos gobiernos y analistas criticaron el uso de ese lenguaje. Ya en el contexto de la Cumbre el presidente estadounidense rectificó y reconoció que Venezuela no representaba tal amenaza para su país.
La debilidad de la actuación de Maduro en la Cumbre se debe a una combinación de circunstancias de su propio interior, la reacción de importantes actores externos (significativamente ajenos a Estados Unidos), la débil colaboración de muchos de sus tradicionales aliados o simpatizantes en América Latina, y la ausencia de un apoyo incondicionado de Cuba.
Obsérvese que en ese escenario apenas hizo presencia Estados Unidos, aunque hay que destacar el intento de suavizar la conducta alterada de Maduro por parte del asesor especial de Obama, Thomas Shannon, quien departió con el presidente venezolano en Caracas antes de acudir a la Cumbre.

 Lea Cumbre, Página 2.

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