jueves, 4 de julio de 2013

Las víctimas del golpe militar en Egipto(2)

Egipto, Parte 2. 

Obviamente, los militares, que gozan de enormes beneficios financieros y de la libre propiedad de vastas y costosas tierras, de clubes sociales exclusivos y de descuentos en casi cada compra.
Ellos no quieren inspecciones a los sobornos que reciben por las exhorbitantes compras de armamentos. Ellos sacaron a sus partidarios a las calles.
La Iglesia Copta de Egipto, cada vez más militante, que controla a los cinco millones de cristianos del país y que a su vez poseen importantes intereses económicos, también quiere un regreso al gobierno militar. Y empujó a sus seguidores, en masa, a las calles.
Morsi y los islamistas habían introducido la idea de legislar para imponer controles sobre las finanzas de la Iglesia, medida que se topó con la fuerte oposición del clero cristiano. Al nuevo y controvertido papa copto Teodoro II le resultó muy fácil enviar a cientos de miles de sus feligreses a las calles para pedir el derrocamiento de Morsi y mezclar el reclamo con las quejas sobre la seguridad.
Hay también una conspiración de exmiembros del régimen de Hosni Mubarak (1981-2011) que no tienen estómago para un sistema de frenos y equilibrios. Además, la fuerza policial, que prosperó en base a asesinatos y que disfrutó de los beneficios del régimen, nunca se sintió cómoda con un cambio de régimen y una democracia.
Después de todo, a muchos de sus integrantes les aguardaban juicios por abusos a los derechos humanos.
Todos ellos protestaban contra Morsi, sin paciencia para esperar un cambio democrático.
Ciertamente hay otros pilares del régimen de Mubarak, como el gran imán de la mezquita Al-Azher, jeque Ahmed el-Tayeb, bastión del Islam sunita, cuyo rol fue siempre blanquear los abusos de dictadores como hechos justificables mediante la religión, a través de una serie de controvertidas “fatuas” (edictos religiosos). Él enfrentaba el fantasma de una eventual destitución bajo el gobierno de Morsi.
Otros que querían el regreso del régimen militar bajo una delgada máscara civil son los salafistas, que cuentan con respaldo de Arabia Saudita.
Este grupo religioso profesa la idea de “nunca disputar al gobernante en su gobierno” y se adhiere al lado conservador del Islam, de un modo muy similar al sistema religioso saudita, que da más importancia a la vestimenta que a la forma de gobierno de los musulmanes, y en colisión directa con la ideología de la Hermandad Musulmana, que promueve la participación política.
Todos ellos encontraron su punto de confluencia en un general del ejército ambicioso, pero poco conocido, que puso su mira en el gobierno de Egipto y planificó erradicar la Constitución, la legitimidad y las elecciones según su capricho.
Sin duda, Morsi y los islamistas cometieron muchos errores. El mandatario lo admitió en sus últimos discursos y prometió correcciones en su calidad de presidente democráticamente elegido.
La forma de resolver esos problemas debió haber sido a través de las urnas, y no mediante un golpe que ya es sangriento.  Ahora, la democracia se desangra.

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