domingo, 15 de junio de 2014

Brasil 2014: Copa de desaveniencias(1)



Cuando la decisión se tomó “era un buen negocio”,  pero la situación cambió. La explicación para la compra de una refinería estadounidense en 2006, uno de los escándalos petroleros que atormentan el gobierno de Brasil, sirve también para la Copa Mundial de la FIFA.
En 2007, la elección de Brasil como sede de la Copa 2014 de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado) generó euforia nacional. El megaevento coronaría el ascenso económico de esta potencia emergente que ha sido más veces campeón mundial de fútbol, con cinco triunfos en sus 18 ediciones.
Ahora, en lugar de fiestas de bienvenida al torneo que se desarrolla entre el día 12 de este mes y el 13 de julio, pululan protestas que paralizan metrópolis, huelgas por aumentos de salarios, denuncias de corrupción y de derechos violados en las obras para el Mundial.
El país del fútbol y la alegría niega su estereotipo.
En Río de Janeiro, escasas calles adornadas de verde y amarillo, los colores de la selección nacional, contrastan con las masivas movilizaciones de otros mundiales. El entusiasmo bajó justo cuando Brasil es anfitrión del mayor acontecimiento deportivo del mundo.
La indignación de los brasileños irrumpió en junio de 2013, con sorpresivas y violentas protestas contra los malos servicios de salud y educación, el caos urbano, la corrupción y los gastos de la Copa.
Temiendo nuevos actos callejeros, el gobierno ordenó el despliegue de 157,000 militares y policías, para la seguridad de los partidos que se desarrollarán en 12 ciudades de este país de dimensiones continentales y casi 200 millones de personas.
Pero la desafección futbolística “es una tendencia que viene de las tres últimas Copas”, observó Paulo Santos, peluquero desde hace 40 años en un barrio tradicional de Rio de Janeiro, que escucha la opinión de centenares de clientes, en una encuesta informal permanente.
La Copa en casa debía reavivar la pasión de los aficionados. “Hacen la fiesta con dinero ajeno, el nuestro”, resumió Santos, corroborando la percepción generalizada de corrupción, despilfarro de recursos públicos y codicia de la FIFA.
Los sondeos también captaron la desmovilización. En febrero, solo 52 por ciento de los entrevistados por el instituto Datafolha eran favorables a organizar la Copa, frente a 79 por ciento en 2008.
La encuesta más reciente, limitada a la sureña ciudad de São Paulo, apuntó 45 por ciento de los entrevistados a favor y 43 por ciento en contra. El resto se dijo indiferente. Peor es que una abrumadora mayoría, 76 por ciento, consideró al país no preparado para acoger el maratón de 64 partidos entre 32 selecciones nacionales.
Muchos de los proyectos previstos, especialmente de movilidad urbana, no se cumplieron o quedaron incompletos. Algunos de los 12 estadios tuvieron su construcción o reforma concluida a última hora, sin algunos acabados y sin pruebas. La mitad carece de conexión inalámbrica a Internet.
Atrasar obras es una tradición en Brasil. Ocurrió igual en la primera Copa Mundial disputada en Brasi en 1950. El principal estadio, el carioca de Maracanã, se inauguró días antes, entre el fango y los desechos de la obra.
Era el mayor estadio del mundo. Diseñado para 155,250 espectadores, se estima que acogió a más de 200,000 en el partido final. Ahora, reformado y lujoso, puede recibir solo 74,689 personas.
La megalomanía actual es distinta. Brasil está enredado desde la década pasada en la construcción de numerosas hidroeléctricas, ferrocarriles, puertos y carreteras, en un intento de superar el déficit de infraestructura acumulado en las dos décadas perdidas precedentes.
La mayoría de los grandes proyectos lleva años de atraso. El principal ferrocarril, un eje norte-sur de 4,155 kilómetros, está en construcción hace 27 años, con un tercio de rieles instalados.
A ese rezago se sumaron las obras de la Copa en 12 ciudades y de los Juegos Olímpicos de 2016 en Rio de Janeiro, que no admiten aplazamientos.
La presión del plazo pudo ser un factor de los accidentes, que causaron la muerte de nueve obreros en los estadios de la Copa, siete de ellos empleados de empresas subcontratadas.
Lea Brasil 2014, parte 2. 



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