En México, con una población de 107 millones, hay 38 millones de personas menores de 18 años y una cuarta parte de este grupo no ha cumplido seis años. Pero la atención a la infancia es una de las áreas más descuidadas de los servicios públicos.
Desde el inicio de su administración, el presidente Calderón anunció la creación de centros infantiles como el programa estelar de su gobierno en materia social. Pero los resultados han sido magros.
"El problema del programa es que está enfocado a dar trabajo a las madres, no a que los niños estén bien cuidados", dijo Catalina Castillo, de la Organización Popular Independiente de Juárez.
Muchos de los niños y niñas que han perdido a sus padres tienen que enfrentar además la discriminación alimentada por el discurso del gobierno, de que los muertos son criminales.
Es el caso de los hermanos Rodrigo y Raúl, de 8 y 10 años, que en 2008 perdieron a sus padres y quedaron al cuidado de la abuela materna. Susana, su tía, dijo que el cambio de escuela, casa y ciudad detonó en una conducta rebelde e introvertida, que aumenta cada vez que otros niños les preguntan si sus padres murieron "por narcos".
En Ciudad Juárez, la Fundación Integra atiende un particular grupo de huérfanos: los que están mutilados o discapacitados de manera permanente.
En tres años han atendido a más de 800 personas que de manera directa estuvieron expuestas a algún tipo de violencia, de las que 65% son menores de edad. Pero tienen una limitación: sólo tratan a quienes tengan familia que se haga responsable en la casa.
¿Y los que no? "Se canalizan al DIF. No podemos hacer más", dijo Laura Antillón, responsable operativa.
Cualquiera que sea su número, los huérfanos pertenecen a una generación de niños y niñas rota por la guerra mexicana. Han visto morir a sus padres, son desplazados y discriminados. Pero ninguna autoridad los mira.
El 2 de junio, dos familias regresaban de vacaciones en el puerto de Mazatlán, en el pacífico mexicano, cuando fueron interceptadas por hombres armados en la carretera de Casas Grandes-Ciudad Juárez de Chihuahua.
Se llevaron a uno de los viajeros, Mario Alberto Iglesias, de 32 años, y su cuerpo sin cabeza apareció horas después en un paraje cercano. Su esposa, María de Jesús Magallanes, quedó agonizante y murió días después en el hospital.
Una serie de fotografías no publicadas en la prensa local, muestra a los hijos de la pareja -un niño de cinco años y un niña de tres- viendo a la madre desangrarse. En otra imagen, el pequeño, con la ropa manchada de sangre, deambula por la escena en medio de militares armados, sin que nadie le ponga atención.
"Es la orfandad total. Nadie los ve, nadie los oye, ¿qué tipo de realidad están construyendo?", resumió Mayra Rojas, directora de la organización Infancia Común.
domingo, 8 de agosto de 2010
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