Mapa de las ciudades en Estados Unidos por donde ha pasado la Caravana por la Paz y la Justicia. |
Todos los días, en la capital de Estados Unidos, se toman
decisiones que afectan la vida de millones de personas en la región. Aquí
están, por ejemplo, las oficinas del Banco Mundial, del Fondo Monetario
Internacional, del Banco Interamericano de Desarrollo y de la Organización de
Estados Americanos.
Washington ha sido clave en la historia de
América Latina, desde las intervenciones militares que patrocina hasta su aval
para salvar economías en riesgo. Pero poco se habla de su responsabilidad
directa en dos de los mayores problemas de la región:
Uno, el flujo de migrantes que abandonaron sus
países cuando la Casa Blanca y el Kremlin jugaron a la Guerra Fría en América
Central. Y dos, la penalización de las drogas.
El presidente Richard Nixon (1969-1974) sentó
las bases de la actual política persecutoria después que el nivel de consumo en
los estadounidenses se elevó exponencialmente en los años 60.
Lo que nunca se ha reconocido es que el número
de adictos a las drogas ilegales creció por el apoyo de la Casa Blanca a los
productores de opiáceos, como la entonces Vietnam del Sur, ni tampoco la
promoción directa del consumo que hizo entre sus soldados para resistir el
infierno de la guerra que perdieron.
Tampoco se habla del beneficio económico que
deja el combate al narcotráfico para los fabricantes de armas, ni del
presupuesto millonario asignado a la DEA, la agencia antidrogas de Estados
Unidos.
Después de recorrer 8.000 kilómetros desde
América Central, la Caravana por la Paz, la Vida y la Justicia llegó a esta
ciudad, que alberga la Casa Blanca, sede de la Presidencia, y el Parque
Lincoln, testigo de muchas manifestaciones por los derechos civiles y donde
Marthin Luther King dio su emblemático discurso por el trabajo y la libertad en
1963.
Los activistas promueven el cambio de enfoque
en la política de drogas. Las posturas son diversas, pero todos coinciden en la
importancia de abrir la discusión.
Aquí, tres posturas que apuestan a un cambio
de paradigma para las comunidades que sufren las consecuencias de esta
política.
1) Con reservas, la legalización para la
población blanca de clase media
En Estados Unidos, las víctimas invisibles de
la guerra contra las drogas son los afroamericanos y los latinos, dice el
activista Marco Castillo.
Entonces comienza a lanzar una serie de cifras
que lo explican: 37 por ciento de las personas presas en cárceles federales son
latinos por delitos no violentos vinculados a las drogas; 20 por ciento de los
presos en prisiones generales son latinos, siendo ellos el grupo étnico
migrante más bajo, con 17 por ciento.
“Discriminación,
marginación económica, social y política, eso es lo que vemos. El tráfico de
drogas, de armas, de personas, encuentra en las comunidades latinoamericanas
condiciones para arraigarse porque la gente busca desesperadamente trabajo,
tiene intereses de desarrollo y las opciones que el Estado provee no son
suficientes”, dice Castillo.
“Por ahí es por donde se ha ido desarrollando
esta industria, en las comunidades más pobres de Estados Unidos y América
Latina, entonces se fortalece el estereotipo de que los latinos son
traficantes, ‘gangueros’ o miembros de bandas delictivas y una vez más, se
desarrollan políticas públicas de criminalización y persecución”, añade.
El activista mexicano, director de Asociación
de Apoyo a las Familias Migrantes (Apofam) celebra las recientes legalizaciones
del consumo de drogas que se han dado en distintos estados de Estados Unidos,
como Colorado, Oregón, Washington y Alaska.
Lea Narcóticos, Página 2.
No hay comentarios:
Publicar un comentario