Mujeres policías miembras del Ministerio de Seguridad de Argentina. |
Cuando ingresaron a sus fuerzas de seguridad, Marina Faustino y
Silvia Miers eran minoría y para imponerse entre los hombres había que “hacerse
la mala”. Ahora, gracias a una política de equidad de género, hay cada vez más
mujeres policías en Argentina, combatiendo prejuicios sexistas, además del
delito.
La vocación de Faustino, quien a los 39 años es principal
(cargo anterior a subcomisario) de la Policía Federal Argentina,
comenzó cuando era adolescente. Ella admiró a su padre, entonces policía en
activo de esa fuerza.
“Yo veía desfilar a mi papá y quería ser como
él. Pero él me decía: ‘la policía no es una pasarela’”, contó Faustino, quien
fue modelo de adolescente.
Faustino consiguió entrar a la PFA, contra la
resistencia de su padre. “Decía que era una institución machista, que iba a
sufrir, que a la mujer no la tenían en cuenta”, recordó Faustino. Y de hecho no
faltó el sufrimiento desde que a los 20 comenzó los dos años de instrucción.
“En esa época las mujeres policías
experimentadas usaban pelo corto. Había que parecerse a un varón y yo decía: yo
no me veo así, yo soy femenina, que respeten mi identidad, mi condición”,
detalló, al explicar porque nunca se cortó su cabellera.
Pasaron muchos años para obtener ese respeto.
En la policía “existía un profundo sentido de misoginia”, señaló la abogada
especialista en derechos humanos Natalia Federman quien fue entre 2010 y
diciembre de 2014 la primera directora
nacional de Derechos Humanos dentro del Ministerio de Seguridad, y desarrolló su
estrategia de género.
El proceso comenzó con la designación por la
centroizquierdista presidenta Cristina Fernández de Nilda Garré (2010-2013), la
primera mujer como ministra de ese despacho, quien dictó la prohibición de
restricciones o topes en el acceso femenino a las cuatro fuerzas policiales
nacionales y sus escuelas, dependientes de Derechos Humanos.
Además, en ese periodo también se instruyó la
aceptación de efectivos y oficiales de travestis, transexuales y transgénero.
Además Garré emitió una orden de respeto de la identidad de género en todas las
instancias y actuaciones de las cuatro policías, como parte del combate a
conductas homofóbicas y transfóbicas.
La estrategia instituida por Federman, denominada “Construyendo
Instituciones Sensibles al Género”, fue considerada en 2014 como una
de las mejores en su ámbito por el Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo y reglamentó también asuntos como la licencia de
maternidad y lactancia.
“Buscamos conformar una cultura institucional
democrática”, que promoviera la equidad de género y los derechos humanos en el
área de seguridad. Simultáneamente, se colocó la violencia de género
“como un tema central de la seguridad ciudadana”, explicó Federman.
En 2011, su equipo realizó una encuesta
interna para detectar las “limitaciones simbólicas o reglamentarias” que
excluían a las mujeres de determinados cargos.
El sondeo mostró que “37.7 por ciento de las
mujeres y el 55.1 por ciento de los hombres opinaba que los varones están más
capacitados para las tareas de prevención, contención y seguridad en
manifestaciones”.
Miers, quien llegó de la Fuerza Aérea a la Policía de Seguridad Aeroportuaria, enfrentó
esos estereotipos.
Hoy la PSA es la fuerza nacional con mayor
porcentaje de mujeres, 38 por ciento del total de efectivos, seguida de
la PFA con 23 por ciento de mujeres oficiales o suboficiales, Gendarmería
Nacional con 18 por ciento y Prefectura con nueve por ciento.
Pero la situación era muy diferente cuando
Miers comenzó su carrera y como responsable de una mayoría de hombres tuvo que
mostrar “extrema seriedad” y “dureza”, para hacerse respetar.
“Todos me recuerdan como la más mala de
todas”, dijo la ahora inspectora de la PSA, con 80 personas a su cargo.
“No queda otra alternativa, si una daba un
poquitito de confianza o simpatía, era considerada la que andaba con todos, o
la que llegó a determinado espacio laboral porque estuvo con un jefe”, agregó la
oficial de 38 años.
Lea Mujeres Policías, Página 2.
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