Un grupo de mujeres policías se alistan a comenzar su trabajo. |
Mujeres policías, Página 2.
Faustino sufrió también cuando muy joven tuvo
como subalternos en una comisaría a hombres que por edad “podían ser mi papá”.
“Tuve que replantearme que hacer porque no
podía simplemente decir: ‘yo soy la jefa y decido’. Tenía que aprender de
su experiencia para no ponérmelos en contra”, recordó Faustino.
La encuesta reveló situaciones más graves,
como que 13.8 por ciento sufrió acoso sexual, muchas veces de superiores
masculinos, y que solo ocho por ciento de las afectadas habían denunciado los
casos.
Ahora existen Centros de Atención de Género en
la policía que reciben denuncias internas de acoso, discriminación sexual y
violencia laboral, así como requerimientos para conciliar familia y profesión.
Miers, con dos hijos y en proceso de divorcio,
tuvo ese problema al aceptar un ascenso importante.
Un “varón no lo haría con su esposa”, pero
ella lo consultó con su marido por temor “a encontrar una cara larga cuando
llegara a casa”.
“Antes con un horario de 8:00 a 14:00, hacía
la tarea con mis hijos, cocinaba. Le dije: ‘nuestra vida no va a ser la misma.
A partir de ahora voy a la mañana al aeropuerto pero no sé cuándo vuelvo, te
pido que me aguantes, que no te enojes, que no te pongas celoso’, porque yo estaba
rodeada de varones”, dijo Miers.
Faustino mencionó que mientras en 2010 había
una sola mujer comisaria inspector, actualmente es una mujer, Mabel Franco, la
comisaria general de la PFA.
“No existe perspectiva de género sin mujeres
que la lleven adelante”, ha insistido la actual ministra de Seguridad, Cecilia
Rodríguez.
Ya “no hay más techo” de ascensos, celebró
Miers. Aunque, aclaró, “el respeto te lo ganas a base de esfuerzo y a
veces redoblando el de un hombre. Hay que estudiar mucho, capacitarse, si una
quiere de verdad llegar a un espacio de conducción”.
Según Federman faltan varias promociones para
que las mujeres alcancen puestos altos, para evaluar si lograron “una
equidad real”.
Mientras, hay que combatir estereotipos como
el que los atributos indispensables para ser un buen policía son
aquellos vinculados “a una masculinidad hegemónica (liderazgo, fuerza física,
valentía)”, dijo Federman. Esos
prejuicios relegan otros atributos “tan o más necesarios para brindar un buen
servicio policial, cómo capacidad de empatía, facilidad para el diálogo y
negociación, potencial para incentivar al personal, muchos de los cuales
históricamente se atribuyen a las mujeres”.
Valores que según Faustino le sirvieron, por
ejemplo, para controlar en los estadios a las “barras bravas” del popular
equipo de fútbol Boca Juniors, una tarea que ejerció 12 años.
“Podemos hacer un trabajo policial y táctico,
y sonreír, ofrecer un vaso de agua, hablar y te respetan”, señaló Faustino.
Los trató de “caballeros”, aprendió “su
código” y lo consiguió.
Aunque atravesó situaciones desagradables. Una
vez, recordó, un hincha “me dijo una guarangada (grosería) y le respondí con lo
que más le dolía: impedirle entrar a la cancha”.
“No digo las cosas a gritos y obtengo más
resultados”, agregó Faustino, que ahora estudia psicología para apoyarse en la
mediación de conflictos, como aquellos vinculados a la violencia de género.
“A veces las mujeres oficiamos de mediadoras,
evitamos el choque. Escuchamos”, añadió Miers. “Lo cortés no quita lo
valiente”, resumió Faustino.
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