A pocas horas del comienzo del torneo de fútbol Copa FIFA
Confederaciones Brasil 2013, movilizaciones sociales que tomaron las calles de
siete ciudades del país para protestar contra el aumento de las tarifas del
transporte público fueron fuertemente reprimidas por la policía.
El motivo de las marchas, que en los últimos
días protagonizaron miles de personas, fue el costo del pasaje de autobús
urbano, que en São Paulo pasó de tres a 3,20 reales (de 1,40 a 1,50 dólares) y
en Río de Janeiro de 2,75 a 2,95 reales (de 1,28 a 1,38 dólares).
Las mayores concentraciones tuvieron lugar en estas dos ciudades
emblemáticas de Brasil. En la capital paulista, la primera marcha ocurrió el 6
de este mes y otra el jueves 13, organizadas por el Movimiento Pase Libre.
Las protestas estuvieron marcadas por la
represión de la policía, que usó bombas de gas lacrimógeno, gas pimienta y
balas de goma para intentar dispersarlas. Decenas de personas resultaron
heridas por los disparos, mientras que más de 230 fueron detenidas.
También Río de Janeiro fue escenario de más de
una protesta en la noche del jueves 13, tres días después de la primera
realizada en la ciudad. Las autoridades policiales justificaron la represión en
que se trató de controlar actos de vandalismo.
Para Amanda Castro, de 27 años y formada en
relaciones internacionales, la protesta en Río fue una demostración de
democracia.
“Estaban reunidos integrantes de varios
movimientos, feministas, sin techo, además de jóvenes estudiantes, y la clase media
también apoyó”, dijo Castro.
“Todo eso se despertó por el aumento de las tarifas de los
autobuses, pero es una coyuntura política de aumento de los precios, de
especulación, debido a los próximos encuentros deportivos, como son la Copa
Mundial de la FIFA (Federación
Internacional del Fútbol Asociado), en 2014, y los Juegos Olímpicos de 2016”,
añadió.
Castro acompañó toda la marcha, que se
concentró al caer la noche en la católica Iglesia de la Candelaria, en la zona
central de la ciudad, y siguió por una de las principales avenidas hasta la
plaza de Cinelândia. Los manifestantes continuaron en dirección a la Asamblea
Legislativa y siguieron rumbo a la estación de trenes Central do Brasil.
“Fue un movimiento pacífico, pero cuando
estaba cerca de la Central ya había vándalos, la policía avanzó y comenzó la
confusión. La policía empezó a correr encima de todo el mundo, lanzando gas
lacrimógeno para dispersar. Tuve que huir, hasta respiré gas pimienta. Había
clima de tensión”, recordó la joven.
Castro describió que había jóvenes vestidos de
negro y encapuchados que incendiaron latas de basura.
“Era un grupo anarquista y punk que incendió
basura y quedó fuera de control. Pero fueron excepciones, pequeños grupos de
adolescentes que causaron confusión”, afirmó.
Para Castro, el aumento del precio del boleto fue apenas el
disparador. Las masas fueron influenciadas por los recientes acontecimientos en
Turquía, donde miles de personas protestaron en la plaza Taksim de
Estambul, inicialmente en defensa
de uno de los pocos espacios verdes de la ciudad. Luego fueron cobrando un
fuerte tinte político y de crítica a la falta de consulta popular y contra la
violencia permitida por el gobierno.
En Brasil, “las personas salieron a las calles para oponerse a
ese modelo desarrollista que el gobierno predica”, y con los ejemplos de
Turquía y de la Europa en crisis, “están viendo que es posible luchar y hacer
historia”, sostuvo Castro.
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