Manolo Cruz trabaja este carrito en la venta de frutas en el barrio de Highland Park, en Los Angeles. |
Por
Alfredo Santana
Manolo Cruz inició en el 2012 una micro empresa para vender fruta picada en un carrito especial de aluminio en el
vecindario de Highland Park, al noreste de Los Angeles. A sabiendas de los
gustos de muchos residentes, Cruz pensó poder ganarse la vida armando cócteles
con piñas, naranjas, pepinos, cocos y sandías.
Igualmente Cruz decidió convertirse en su propio
jefe, e independizarse de trabajos en la construcción en una región que considera
aún muestra resagos de la Gran Recesión. Con ganacias diarias de entre $100 a
$150, este vendedor paga el alquiler de su casa, mantenimiento de su camioneta
y apoya a su hijo, un jóven adulto de casi 25 años.
Temprano, Cruz toma su carrito, nombrado “Genesis
Fresh Fruits” de la comisaría donde lo guarda por las noches, lo limpia y lo
carga con hielo y frutas frescas. A las 10 a.m., Cruz comienza sus ventas en la
esquina de las calles North Figueroa y Avenida 57, y cierra entre 5:30 y 6 p.m.
Cruz es uno de miles de vendedores en el condado de
Los Angeles quienes marcan a la región con la venta de comidas saludables, e
influencían un cambio para mejorar la salud de sus clientes. El arreglo de las
frutas en los contenedores de plástico invita a los clientes
a comprar estos alimentos a precios módicos.
Sin embargo, la falta de licencias para operar estos negocios con la
municipalidad de Los Angeles arriesga su trabajo, y a veces lo forza a tomar
decisiones imprevistas.
Datos del condado de Los Angeles indican que 50,000
vendedores callejeros de comidas operan en el condado, y unos 5,000 se dedican
a vender comidas saludables. El censo de los Estados Unidos indicó que en el año
2015 unas 10 millones de personas fueron residentes del condado de Los
Angeles.
Al instalar su carrito por las mañanas, Cruz lo
transporta en su camioneta Ford Ranger, la que estaciona en un lote ubicado a media cuadra del punto de venta. Ahí lo desmonta y lo rueda hasta llegar a su sitio,
ubicado frente a un negocio de venta de ropa para mujeres llamado Fashion 21.
Cruz mencionó que invierte de entre $100 a $150
diarios en frutas y equipo para el negocio, el que incluye bolsas y vasos de plástico,
servilletas y condimentos. Indicó que sus ingresos brutos son de entre $200 a
$300 por día.
Cruz compra sus frutas en el mercado central, y las lleva
hasta la Comisaría Kareem Carts, localizada en el sur de Los Angeles, donde
guarda su carro por las noches. Kareem
Carts es el manufacturador más grande de carros para la venta de comidas en
esta región. También vende una gama de camionetas motorizadas y unidades de
aluminio fabricadas para cumplir con las peticiones del Departamendo de Salud
Pública del condado.
Estas comisarías también alquilan estacionamiento a camionetas
equipadas con estufas y refrigeradores, las que son operadas por sus chefs y
dueños, y a remolques con cocinas para hot dogs y hamburguesas. Las unidades nuevas para vender frutas cuestan de entre
$2,500 a $6,000. Kareem Carts también vende carros económicos por unos $3,300.
Cruz, quién nació en la ciudad de México, indicó que
su actividad está demasiado regulada por los inspectores del condado y policías
de la ciudad, ya que ellos piden que obtenga pólizas de seguro, permisos de
operación y registros que no están disponibles.
“Tenemos que operar desde una comisaría, lo que
representa un costo adicional de $150 al mes, pero esta regla es muy
importante. El condado es muy estricto en ello”, dijo Cruz.
Por el momento, la municipalidad de Los Angeles no
permite venta de comida en las calles, la que incluye a expendios de comidas
saludables, y con frecuencia los trabajadores en el ramo sufren infracciones por
la falta de licencias.
En noviembre del 2013, el concejo de la ciudad,
instado por el concejal del Distrito 14 José Huizar, comenzó a debatir la
posibilidad de legalizar ciertas ventas que cumplan con las leyes estatales y
del condado de salud y ecología. Curren Price, actual concejal del Distrito 9,
también apoya una ley que otorgue licencias a vendedores de comidas
saludables.
Mark Vallianatos, profesor de política urbana y
ecológica del Colegio Occidental, dijo que el mayor obstaculo para los
vendedores “es la falta de obtención de permisos para vender en las aceras”.
Vallianatos, quién fue coautor del libro “The Next Los Angeles: the struggle
for a livable city”, agregó que el segundo asunto en importancia es el de la
preparación de comidas que están en contacto con contaminantes en la calle
mientras se despacha a los clientes.
“Algunos lugares son considerados buenos para vender
debido a la cercanía de paradas de autobuses, o a cajeros automáticos ATM, los
que atraen a mucha gente y provee a los clientes con dinero en efectivo. Otros
son los puntos cercanos a las rejas de entrada y salida de escuelas, adonde
cientos de clientes en potencia atienden por las tardes”, Vallianatos indicó en
su libro.
Tanto Cruz como su vecino Armando Arizpe no han
recibido boletas de agentes del LAPD en los últimos tres años. A pesar de ello, Cruz observa cuidadosamente a
los policías cada vez que rondan cerca de su carrito al norte de la calle
Figueroa, por si las dudas.
“Llevamos una relación cordial con la policía”, dijo
Cruz. “Por lo regular no nos molestan, y nos permiten trabajar en paz”.
Arizpe, otro dueño de un carrito de venta de
cócteles de frutas, quién se ubica a unos pasos de un cajero ATM del banco
Chase, necesita renovar su permiso de salud de $400, o corre el riesgo de que
le decomisen su unidad. Todos los vendedores de frutas deben de actualizarlos entre
julio 1 hasta el 15 de septiembre de cada año.
Arizpe valuó su carro en $3,000, y agregó que los
inspectores les instan a obtener carros nuevos cada tres años con los
aditamentos tecnológicos más recientes.
“No les gusta que tengamos carros viejos o dañados”,
dijo Arizpe mientras le quitaba con un cuchillo la cáscara a una naranja. “Los carros deben de estar en muy buen estado.”
Arizpe registró su micro empresa como “Kevin’s
Fruits” en honor a su hijo, y equipó su carrito con un depósito de agua fría y
caliente con tomas entubadas. El carrito de Arizpe pernocta en la Comisaría La Palma,
ubicada a dos millas al sur de su punto de ventas.
Muchos vendedores de frutas se asocian para
transportar en camionetas grandes “pick-up” de tres a cuatro carritos a la vez, los colocan en sus
sitios asignados por el condado, y los recogen por las tardes. En este campo existen decenas de dueños con dos o más carritos,
contratan a familiares o empleados para trabajarlos, y les pagan sueldos por
comisión de ventas o salarios fijos.
Arizpe calcula ingresos brutos diarios de entre $200
a $320, y al igual que Cruz, invierte entre $100 a $150 al día en productos
para su operación. Indicó que no trabajan cuando llueve, cuando está muy
nublado o cuando cuadrillas de la ciudad reparan las aceras y calles donde
ellos despachan.
También lo remueven cuando compañías de filmaciones obtienen
permisos de la ciudad para montar escenas de películas. Arizpe no tiene conflictos con restauranteros,
ya que su campo es diferente “a lo que ellos venden de comer y beber”.
Lea Microempresarios, Parte 2.
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