Trabajadores estatales protestan en las afueras del Ministerio del Trabajo en Buenos Aires. |
Empleo,
Página 2.
Argentina, la tercera economía latinoamericana,
cuenta con 43.4 millones de personas y una población económicamente activa de
19 millones, con una desocupación que según datos oficiales se situaba en el
último trimestre de 2015 en seis por ciento, en una cifra considerada
insuficiente por los especialistas.
Según Fuentes, del total de 3.9 millones de
empleados dependientes del Estado, 600,000 aproximadamente son
eventuales, regidos bajo diversas formas de contrato y muchos sin protección
social alguna.
De estos 600,000 empleados, 90,000
corresponden a la administración nacional y 510,000 a las provincias y
municipios, sin sumar los servicios tercerizados, “otra forma de burlar los
mecanismos del empleo público”, sostuvo.
Otro argumento del gobierno para justificar
las cesantías es el crecimiento del Estado.
Un estudio de CIPPEC, todavía sin publicar,
indica que entre 2003 y 2015 los empleados públicos aumentaron en 55 por
ciento, incluyendo la administración central, organismos descentralizados y
empresas públicas.
En ese período se crearon seis
ministerios, 14 organismos descentralizados, 15 nuevas universidades y 10
nuevas empresas estatales.
“Creció el empleo público porque también
creció el Estado, y su estructura organizacional. El Estado hoy brinda una
cantidad de bienes y servicios que antes no brindaba”, rebatió Diéguez
Aun así, Fuentes opinó que la recuperación del
empleo público fue “absolutamente insuficiente”, después del “desmantelamiento”
estatal iniciado por el presidente Carlos Menem (1989-1999), durante un
profundo proceso de privatización.
“No hay un número excesivo de empleados
públicos. Faltan empleados públicos, enfermeros, profesionales en todas las
áreas”, aseguró el dirigente sindical.
Pero, a su juicio, el nuevo gobierno argentino
considera que hay exceso de empleo público porque “cree en un discurso en el
que ya nadie cree, que el mercado va a regular las actividades y administrar un
país”.
Para Fuentes, lo que se recuperó en la década
pasada fue “el empleo de buena calidad prestacional pero de baja calidad contractual”.
El problema, expresó, es que la gestión
pública se basó crecientemente en trabajadores con contratos flexibles,
“fácilmente despedibles”, que los convierte en “rehenes políticos”.
En la última década, se crearon unos seis
millones de puestos de trabajo, 19 por ciento de ellos en el sector público y
el resto en el área privada, donde desde diciembre también se han producido
unos 10.000 despidos, según fuentes sindicales.
También cayó el empleo informal, no registrado o
negro, como se le llama en Argentina, que pasó de 50 por ciento a 35 por
ciento, según los últimos datos, pero todavía afecta a unos cuatro millones de
personas, especialmente jóvenes.
“Más allá de la naturaleza de la decisión
política de gobierno, de si decide o no renovar contratos, lo que está como
cuestión de fondo es la vigencia de la informalidad en el empleo público”,
destacó Diéguez.
Eso, dijo, agravado por los criterios de
reclutamiento y selección de personal, no basados en concursos públicos, y si
en contratos que dependen de “cambios de color político partidarios”.
Para el especialista el gobierno anterior
avanzó en la formalización del empleo público.
Pero la gran cuenta pendiente, concluyó,
es que no se repitan casos como los despidos masivos cuando h ay cambios en el
poder y que cuando comience una nueva gestión en Argentina, en 2019 “no se
tenga que rever contratos, o que si se hace no se asemeje a una caza de
brujas”.
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