La vicepresidenta argentina Gabriela Michetti, en silla de ruedas, junto a Juliana Awada, esposa de Mauricio Macri. |
Cambio, Página 2.
El cambio en Argentina y las crisis de Brasil
y Venezuela, con vertientes políticas y económicas, apuntan a una probable
oleada en América Latina de gobiernos escorados a la derecha, liberales o
neoliberales, con prioridad a la economía más que a las políticas sociales de
sus antecesores.
Son situaciones distintas. En Venezuela, con
su economía en virtual colapso, “mi temor es que el chavismo moribundo tenga un
desenlace no democrático, ante la fragilidad del presidente Nicolás Maduro,
mientras en Brasil el cambio será seguramente democrático”, vaticinó Azambuja.
En esos tres países del lado Atlántico “no
administraron adecuadamente la política económica, con bajas inversiones, baja
tasa de ahorro y capacitación tecnológica y no supieron desarrollar políticas
para ampliar, en lugar de disminuir, el consenso. Así se redujo decisivamente
la capacidad de evitar avances liberales”, admitió Vigevani.
Brasil sufre una recesión económica desde
fines de 2014, agravada por una inflación que se acerca al 10 por ciento al año
y un déficit fiscal que asusta a inversionistas. A todo eso se sumó un
escándalo de corrupción que golpeó la petrolera estatal Petrobrás e involucró
todas las grandes constructoras brasileñas y medio centenar de políticos.
Además, la campaña electoral que culminó con la reelección de la presidenta Dilma
Rousseff en octubre de 2014 se hizo con un grado de violencia sin precedentes
en confrontaciones y acusaciones que destruyeron posibilidades de diálogo y
negociación.
En consecuencia las contradicciones entre el
discurso electoral y la práctica de gobierno quedaron tan enfáticas que le restaron
legitimidad y popularidad a la presidenta, aprobada por menos de diez por
ciento de los entrevistados en las últimas encuestas y amenazada de
inhabilitación.
La pugna en que se convirtió la actividad
política hizo inviable mayorías estables y por ende el ajuste fiscal, que exige
la aprobación de recortes de gastos públicos y aumento de impuestos en un
parlamento amotinado.
Así se prolonga la crisis económica que el
oficialismo atribuye al cuadro internacional adverso y la oposición a errores
del gobierno en los últimos años.
“Los
resultados económicos son factores importantes” de ese vuelco que
favorece candidatos conservadores. “Pero además de las crisis y la
recesión, hay problemas teóricos de fondo a ser enfrentados, para los cuales
tampoco los liberales tienen respuestas, resultando un equilibrio, incluso en
el caso argentino”, analizó Vigevani.
“El distributivismo sin capacidad de
inversión, de innovación y adecuación del sistema productivo no es suficiente,
aunque es necesario”, acotó.
Subestimar o conducir mal las cuestiones
económicas parece ser un “talón de Aquiles” de gobiernos dichos de
izquierda o populistas en América Latina.
Esa maldición no alcanza a gobernantes que,
aun siendo “distributivistas” y “bolivarianos”, adoptaron políticas económicas
ortodoxas, como Evo Morales, en el poder en Bolivia desde 2006, y Rafael
Correa, quien gobierna Ecuador desde 2007.
Por otra parte, no parece posible a los nuevos
y futuros gobernantes, incluso los liberales, eliminar o siquiera reducir los
programas sociales con que los gobiernos “populistas” sacaron millones de
familias de la pobreza. Macri ya anunció que los mantendrá.
Todo indica que es una dimensión que se
incorporó a la política regional, mientras persista la pobreza y la desigualdad
social en niveles considerados inaceptables, como ocurre en la mayoría de los
países latinoamericanos en la que pese a las políticas de inclusión sigue
siendo la región más desigual del mundo.
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