Por Alfredo Santana
Abogados defraudadores aprovechan la desesperación que lleva a migrantes como Humberto a que los
deporten después de haber trabajado e
invertido muchos años en los Estados Unidos.
Pero una segunda dosis de malpractica legal de otro abogado,
esta vez en su natal Colima, un pequeño estado ubicado a unos 350 kilómetros al
sur de Guadalajara, México, lo tienen al borde del abismo financiero y
criminal.
Después que lo echaron de Estados Unidos por haber aplicado
por un programa de legalización para el que no calificó, cometió un error vial
al ser detenido y encarcelado por policías federales mexicanos al manejar ebrio
con la única posesión personal importante que logró llevarse: una Chevrolet
Suburban 2010.
El incidente ocurrió un viernes por la noche en octubre del 2010. Durmió
un fin de semana en la prisión, y fue liberado condicionalmente dos días después,
gracias a un nefasto abogado que Humberto llama “de oficio”.
Sucede que su abogado nunca le dijo necesitaba comparecer en
la corte una vez por semana por un año consecutivo para que le retiraran los
cargos de conducir “en estado de ebriedad”, y manejar un automotor sin permiso
de importación.
Ahora fiscales federales mexicanos lo acusan de una felonia de
contrabando de autos importados.
De norte a sur
De norte a sur
La saga de Humberto comenzó hace 16 años, en las ciudades
estadounidenses de Los Angeles y Las Vegas, mientras trabajó como constructor y
chofer de camiones de carga. Fue en 1994 cuando emigró indocumentado a los
Estados Unidos, y decidió establecerse en Los Angeles.
“Trabajé muchos años en la construcción de casas y
apartamentos”, dijo Humberto, quién declinó dar su apellido por tener
litigación pendiente en México en contra suya. “Me casé con una mexicana y tuvimos dos hijos en Estados Unidos”.
Durante esos años, cuando el periodo de expansión económica
parecía interminable, Humberto y su esposa decidieron comprar una casa en Las
Vegas, a pesar de no tener documentos legales de residencia. El trabajo era
duro, pero los salarios eran buenos.
Sin embargo los años pasaban, y la desesperación hacía presa de él
por su limbo migratorio.
“Resulta que al tiempo que me mudé a Las Vegas, alguien me
dijo de un abogado en Los Angeles que nos garantizaba nuestro caso se podría
arreglar por el tiempo, o por lo años que habiamos vivido en el país. Lo visité
y comenzamos el trámite oficial. Por desgracia, pasó el tiempo, y llegó un momento
en que lo visitaba cada dos o tres semanas y sólo nos sacaba de dos mil a tres
mil dólares cada vez, y nos decía que el caso iba bien”, dijo Humberto.
Lea Humberto, página 2.
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