sábado, 27 de julio de 2013

La tranza global de AT&T

Por Alfredo Santana

Bajo la máscara de proveer mejores conexiones de internet con el sistema U-verse, y servir a sus usuarios con productos de calidad, la gigante de las telecomunicaciones AT&T no deja de aumentar sus tarifas y engañar a personas con cobros de nuevas tecnologías que ya forman parte de su arsenal mercantíl.

Si a eso le sumamos que AT&T es pionera en contratar a personal de servicios al cliente foráneos, para ahorrarse dineros en salarios que empleados de este país ganaban hasta hace algunos años, vemos que lo que les importa es generar más ganancias corporativas a expensas de oprimir mercados laborales locales.

Esto lo menciono a raíz de la experiencia que tuve en mayo de este año, y de la cuál sigo teniendo consecuencias negativas,  a pesar de que nunca obtuve el servicio que AT&T me prometió.  

Mi travesia comenzó al tratar de obtener una línea de conexiones menos lenta, y suspuestamente menos cara comparada a la DSL actual. U-verse comenzó a mercadearse en el 2006, pero no se desplegó en Los Angeles hasta el 2007, inicialmente en formato experimental. Esta consiste en redes de fibra óptica inhalambricas que facilitan el flujo de líneas de TV y de internet sin saturarlas. Podemos decir que el DSL es un formato saturado que contiene millones de conexiones en la región del sur de California.

CableFax Daily reportó el 24 de julio del 2013 que U-verse representa ya el 51 por ciento de los ingresos por conexiones de internet, comparado al 41 por ciento en el 2012, generando ingresos por 12 mil millones anuales.  "Es una meta remarcable, a medida que transformamos nuestro negocio", dijo John Stephens, jefe operativo financiero de AT&T.

El diario The Los Angeles Times publicó en marzo 9 del 2012 que AT&T ha negociado con compañías de TV regionales incluír sus programas para distribuirlos en sus redes de conexiones U-verse, que también se extienden por recepción via satélite.

El contrato me comprometía a pagar $24.99 por mes sólo por internet, el que incluía un modem y router para U-verse sin costo. Cuando marqué para  cambiar el formato, la representante al cliente de AT&T operaba desde las Filipinas, pero dijo ser empleada para servicio al cliente de usuarios en los Estados Unidos.

La Enciclopedia Británica define esta práctica cómo offshoring, la que incluye reubicación de servicios digitales y telecomunicaciones de corporaciones de un país con alto costo a otro. La lógica corporativa es reducir costos en un proceso llamado arbitraje laboral.  No hay que confundir con outsourcing, que casi siempre incluye manufactura o maquila en países con economías emergentes.

Pues la empleada filipina, quién hablaba muy mal inglés,  nunca mencionó que había un cargo por conexión de $150 dólares, más un costo adicional por recibir cobros digitales vía email. Me dí cuenta de ello cuando recibí el modem, traté de instalarlo y lo tuve que regresar por estar defectuoso.

Al llamar a servicios al cliente otra vez para indagar que sucedía con el aparato, otro representante de AT&T, esta vez en Colombia, me dijo cómo devolviera el paquete, y me ofreció otros planes de conexión en DSL por $28 al mes, el que actualmente uso. El 24 de mayo del 2013 opté por cancelar U-verse.

Después de dos semanas, cobros por el aparato defectuoso y por el costo de conexión, más la mensualidad de U-verse comenzaron a llegarme por email y correo tradicional. La supuesta oferta de modem gratis resulto ser una gran tranza, me cobraban $100 por ello más el costo de un mes de conexión.

Llamé de nuevo a poner mi queja, y esta vez me contestó una persona en la región de Tijuana, México. Me dijo que ella no podía cancelar estos cobros, pero me transferiría con un compañero en San Diego, California para solventar el problema. 

Ya con el representante de este lado, los cobros del hardware y la conexión fueron cancelados, y reafirmó que el costo por mi contrato de DSL era mensual, y que tendré que renovarlo en un año. Esta llamada fue hecha el pasado 7 de junio, y me aseguró que ya no recibiría ningún otro cobro por U-verse.

Pero en la segunda semana de junio me llegó otro cobro por $100 dólares, debido al costo del modem. Ya un tanto enfurecido, llame de vuelta y una persona en Nebraska, Estados Unidos me mantuvo en la línea por unos 15 minutos, mientras comfirmaba que el paquete ya les hubiese llegado de regreso. Así fue, y el cobro se canceló.

Cuando soñaba haberme liberado de U-verse y sus traiciones virtuales, el 22 de julio arribó otro cobro por $52 dólares, supuestmente por haber usado esa línea el 25 de mayo, siendo que devolví los aparatos y cancelé  el servicio por haber fallado en primera instancia.

Esta vez les marqué y los amenazé con cancelar la cuenta telefónica y la de internet que tengo con AT&T si seguía recibiendo cobros por algo que nunca utilicé. Borraron el último, prometieron que ya no enviarían otro, y que mi cuenta con U-verse ya estaba archivada en cero.

Por esto, concluyo que el mercadeo global a la AT&T nos afecta en formas nunca antes vistas, denigra el concepto del servicio honrado y efeciente al cliente del que muchos empresarios y empleados se regodean en un sistema mercantil que promueve y motiva ventas de servicios con nuevas y más rapidas tecnologías, y que muchas veces termina siendo abusivo, elimina plazas laborales y es salarialmente negativo para personal de este mismo país.  


jueves, 4 de julio de 2013

Las víctimas del golpe militar en Egipto(1)



Después de que la junta militar de Egipto, armada, equipada y financiada por Estados Unidos, llevó a cabo su golpe de Estado contra el primer gobierno libremente elegido en la historia del país, habrá muchas víctimas.
Pero las principales no serán el derrocado presidente Mohammad Morsi ni los islamistas, que son buenos sobrevivientes por naturaleza. Serán la democracia y la fe popular en ella en todo el mundo. La víctima será la única oportunidad que tuvieron los egipcios de ser parte de este mundo en sus más de 5,000 años de historia.
En varias rondas de elecciones, los egipcios, jóvenes y viejos, habían mostrado al mundo su deseo de cambio y su esperanza, mientras hacían fila bajo el calor del desierto durante horas para intentar depositar sus votos y tener injerencia, por primera vez, en el futuro de su país.
Durante la Primavera Arabe, mujeres jóvenes iban vestidas a la moda occidental, esperando para votar junto a otras cubiertas de pies a cabeza por el “neqab”, prenda tradicional de las musulmanas.
El mensaje era: “Queremos democracia, no el régimen militar que nos controló durante 60 años”. La ciudadanía votó una Constitución, un parlamento y un presidente, mientras el mundo observaba con sorpresa y admiración.
Luciendo su pobre vestimenta, el portero de mi edificio hizo fila junto a ricos propietarios del barrio. Un valor universal de igualdad, libertad y esperanza se percibía en el aire.
Morsi fue el presidente que llegó al gobierno con mucho menos que el usual y sospechoso 90 por ciento de los votos que suelen recibir tantos gobernantes árabes.
Pero en la noche del miércoles 3 vehiculos Humvee suministrados por Estados Unidos eran usados por las “fuerzas especiales” de Egipto mientras disparaban a civiles que protestaban contra el golpe military en la plaza Nahda, fuera de la Universidad de El Cairo, donde hace unos años el presidente Barack Obama ofreció al mundo musulmán un discurso sobre la paz y el fin del terrorismo.
Los videos muestran a varios heridos, sangre y gente muriendo mientras dicen sus últimas palabras en pro de la libertad. Los militares respaldados por Estados Unidos intentaban dispersar a los partidarios de Morsi antes de lanzar una declaración formal del golpe de Estado.
En otro punto donde se congregaron partidarios de la democracia, Rabaa Al-Adawia, en el distrito cairota de Ciudad Nasr, los militares impusieron un estado de sitio que bloqueó incluso el paso de alimentos u otros suministros, obligando a sus habitantes a salir para obtenerlos, mientras francotiradores montaban guardia desde las azoteas, con la gente en la mira.
Mientras el general del ejército Abdel Fatah Al-Sissi, entrenado por Estados Unidos, prometía transparencia y libertad en su discurso del miércoles 3, en el que declaró el golpe, varios civiles sentados junto a él mostraban su apoyo a un régimen militar.
Pero, a medida que Al-Sissi hablaba, todos los canales de televisión que habían apoyado las elecciones y a Morsi eran clausurados simultáneamente, y varios de sus trabajadores arrestados, humillados y obligados a desfilar entre columnas de opositores alegres y de otros trabajadores de medios privados que apoyaron el golpe.
Las comunicaciones telefónicas se cortaron en el área donde estaban congregados los partidarios de Morsi, señal de qué clase de libertades esperan a Egipto.
Este fue el final trágico de la naciente democracia del país, y un pantallazo del futuro que tiene por delante bajo el mando de unas Fuerzas Armadas respaldadas por Occidente.
Pero, ¿quién quiere un regreso a un régimen militar brutal?
Bueno, mucha gente: civiles que esperan sacar provecho de un mandato militar y que están dispuestos a sacrificar la democracia y a darle un rostro civil al golpe en su propio beneficio.

Lea Egipto, Parte 2. 

Las víctimas del golpe militar en Egipto(2)

Egipto, Parte 2. 

Obviamente, los militares, que gozan de enormes beneficios financieros y de la libre propiedad de vastas y costosas tierras, de clubes sociales exclusivos y de descuentos en casi cada compra.
Ellos no quieren inspecciones a los sobornos que reciben por las exhorbitantes compras de armamentos. Ellos sacaron a sus partidarios a las calles.
La Iglesia Copta de Egipto, cada vez más militante, que controla a los cinco millones de cristianos del país y que a su vez poseen importantes intereses económicos, también quiere un regreso al gobierno militar. Y empujó a sus seguidores, en masa, a las calles.
Morsi y los islamistas habían introducido la idea de legislar para imponer controles sobre las finanzas de la Iglesia, medida que se topó con la fuerte oposición del clero cristiano. Al nuevo y controvertido papa copto Teodoro II le resultó muy fácil enviar a cientos de miles de sus feligreses a las calles para pedir el derrocamiento de Morsi y mezclar el reclamo con las quejas sobre la seguridad.
Hay también una conspiración de exmiembros del régimen de Hosni Mubarak (1981-2011) que no tienen estómago para un sistema de frenos y equilibrios. Además, la fuerza policial, que prosperó en base a asesinatos y que disfrutó de los beneficios del régimen, nunca se sintió cómoda con un cambio de régimen y una democracia.
Después de todo, a muchos de sus integrantes les aguardaban juicios por abusos a los derechos humanos.
Todos ellos protestaban contra Morsi, sin paciencia para esperar un cambio democrático.
Ciertamente hay otros pilares del régimen de Mubarak, como el gran imán de la mezquita Al-Azher, jeque Ahmed el-Tayeb, bastión del Islam sunita, cuyo rol fue siempre blanquear los abusos de dictadores como hechos justificables mediante la religión, a través de una serie de controvertidas “fatuas” (edictos religiosos). Él enfrentaba el fantasma de una eventual destitución bajo el gobierno de Morsi.
Otros que querían el regreso del régimen militar bajo una delgada máscara civil son los salafistas, que cuentan con respaldo de Arabia Saudita.
Este grupo religioso profesa la idea de “nunca disputar al gobernante en su gobierno” y se adhiere al lado conservador del Islam, de un modo muy similar al sistema religioso saudita, que da más importancia a la vestimenta que a la forma de gobierno de los musulmanes, y en colisión directa con la ideología de la Hermandad Musulmana, que promueve la participación política.
Todos ellos encontraron su punto de confluencia en un general del ejército ambicioso, pero poco conocido, que puso su mira en el gobierno de Egipto y planificó erradicar la Constitución, la legitimidad y las elecciones según su capricho.
Sin duda, Morsi y los islamistas cometieron muchos errores. El mandatario lo admitió en sus últimos discursos y prometió correcciones en su calidad de presidente democráticamente elegido.
La forma de resolver esos problemas debió haber sido a través de las urnas, y no mediante un golpe que ya es sangriento.  Ahora, la democracia se desangra.