Una estudiante busca un par de anteojos para ponerselos a la mujer en la laptop. |
Lea Huayra, Página 2.
Desigualdades como la del estudiante Ezequiel
Zanabria ahora “feliz” por tener una “computadora propia” con “todas mis cosas
ahí”, o la de Esteban López que orgulloso le enseña a su mamá como usarla.
Es que, según Feldman, hay también efectos
“subjetivos”: el reconocimiento de “un derecho y de un sentimiento de
dignificación”, que a su vez “genera otros mecanismos de integración y participación
social”.
“Es muy lindo ver a los chicos a la entrada de
la escuela sentados en largas filas en las veredas todos con sus notebooks. No
importa si están estudiando, jugando, chateando, pero están teniendo acceso a
eso, que es un primer gran cambio”, destacó.
Cada unidad incluye contenidos y aplicaciones
pedagógicas.
“En vez de los tradicionales dibujitos en el
pizarrón, con un programa que desarrollamos, vemos como los átomos se
entrelazan y se transforman en moléculas…. En una escuela de danza, algunas
chicas filmaban con sus notebooks mientras bailaban, para analizar que errores
habían cometido”, ilustró Gvirtz los muchos usos de la herramienta.
“La computadora no remplaza la experiencia
directa de un museo, pero indirectamente permite el acceso a fuentes
históricas, científicas, imágenes, películas, no solamente educativas sino con
contenido educativo… basta con acceder a los canales comunes para tener una
cantidad enorme de información”, aclaró Feldman.
Conectar Igualdad impulsó la industria
informática nacional. Se abrieron 10 fábricas que producen las computadoras y
en cada licitación se exige que haya más componentes nacionales y mejoras
tecnológicas, como mayor memoria y definición de cámaras de video, destacó
Gvirtz.
Huayra,
el abierto sistema operativo basado en Linus que fue creado para el
programa y está cargado en las computadoras junto a Windows de Microsoft, fue
desarrollado localmente y a diferencia de los que son cerrados, se puede
modificar y mejorar, señaló.
“Cuando se decía que cada alumno tendría su
notebook, nadie lo creyó y dijeron que sería el día que las vacas vuelen”,
recordó la alumna María Elena Davel.
Pero la vaca alada, hoy logotipo de Huayra, ya
vuela y pretende volar más. El próximo paso es incorporar una materia de
“programación” en las escuelas.
“Esto es clave porque nosotros queremos tender
a la soberanía tecnológica”, enfatizó Gvirtz. “Queremos formar productores de
tecnología y consumidores inteligentes de tecnología”, acotó.
La formación de esos nuevos consumidores, se
promueve grupalmente y con acompañamiento del profesor, por ejemplo “filtrando”
la información que circula en Internet, resaltó Feldman, al comparar ese
proceso con el tradicional “cortar y pegar”.
Las computadoras se entregan a los alumnos
mediante un contrato de comodato con sus padres y, definitivamente, cuando
finalizan sus estudios.
Un desafío es capacitar y adaptar a los profesores a esta nueva
cultura pedagógica digital, en este país de 42 millones de personas, donde
según datos oficiales el sistema
educativo brinda servicio a casi 12 millones de estudiantes.
“Es como pasar de la pizarra con tiza en manos
de cada alumno al cuaderno escolar y lapicera. También hubo un cambio
tecnológico escolar y hubo que adaptarse a eso”, recordó Feldman.
“Esto llegó para quedarse. Todos vamos a tener
que adaptarnos y aceptar que esto traerá cambios en los formatos pedagógicos”,
sintetizó
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